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"Nada podemos esperar sino de nosotros mismos"   SURda

www.surda.se

 

 

08-06-2016

 

 

 

NUIT DEBOUT, MOVIMIENTO SINDICAL...

Francia se mueve, Europa tiembla

 

 

 

SURda

Francia

Miguel Urbán


Si hay un país asociado a la “ tradición de los oprimidos ” de la que hablaba Walter Benjamin, ese es Francia. Desde la Revolución Francesa hasta Mayo del 68, pasando por la Comuna de París o por la Resistencia Antifascista, Francia ha sido el escenario de la disputa política por excelencia. No es de extrañar que cuando Marx nominaba las tres fuentes originarias de su pensamiento hablara de la filosofía alemana, la economía inglesa y la “ Política ” francesa. La de Francia es una historia de irrupciones plebeyas y obreras inesperadas, de conflictos que parecen calentarse solos, que aparecen como de la nada. Si bien no podíamos prever la Nuit Debout ni el pulso huelguístico encabezado por la CGT, sí podemos explorar las razones del estallido y tratar de recuperar la discusión estratégica en clave internacionalista a partir de la situación francesa.

Varoufakis comentaba hace poco que Francia era el único país de Europa en el cual las contrarreformas neoliberales no se habían impuesto. Habría que desarrollar esta afirmación en varios sentidos. Por una parte, es cierto que la resistencia a las contrarreformas laborales ha sido mucho más eficaz en Francia que en otros países europeos. El primer gran embate se jugó en 1995, con unas huelgas gigantescas en el sector público contra la reforma de la seguridad social impulsada por el derechista Alain Juppé. De aquellas huelgas queda el recuerdo del sociólogo Pierre Bordieu retomando el papel de Jean Paul Sartre, del intelectual comprometido con la causa de los trabajadores, pero también de que fue la primera (junto con la huelga general española del 88) en la que se conseguía una victoria que, si bien no lograba revertir el giro neoliberal que Thatcher impuso cuando derrotó a los mineros ingleses en 1984, abría un campo para pensar alternativas. El movimiento antiglobalización que surgió unos años después le debe mucho a las huelgas del 1995 y también fue el punto de partida para el rechazo a la Constitución Europea diez años después. La lucha contra el neoliberalismo no se ha limitado al plano sindical, sino que también se ha producido en el político. Aquella victoria fue una auténtica paradoja: fue la izquierda la que organizó por abajo, con centenares de comités unitarios, pero, al ser incapaz de traducirla en un movimiento organizado con perspectiva política, el descontento con la Europa de las élites acabó siendo rentabilizado a medio plazo por el Frente Nacional.

Sin embargo, este legado, que tuvo continuidad en luchas como las de 2010, no ha sido capaz de revertir la hegemonía neoliberal que, como bien explican Laval y Dardot, no es simplemente un conjunto de leyes reguladoras, sino también una dinámica sistémica y biopolítica que se impone como modelo de relaciones sociales. La exclusión sistemática y estructural de millones de personas negras o árabes de la sociedad “oficial” es una consecuencia directa de que, si bien un sector cualificado y bien organizado de la clase trabajadora ha podido mantener sus condiciones de vida (fundamentalmente del sector público, que en Francia ocupa a amplios sectores de la economía que en otros países están privatizados), el neoliberalismo ha ido avanzando en el mercado y en la sociedad civil, atomizando las casamatas que la clase obrera había construido para contraponerse al capital. Hay dos consecuencias que sirven para ilustrar este contraste entre la explosividad resistencialista de la sociedad francesa y el avance subyacente del modelo neoliberal. Por una parte, que esta CGT que está sosteniendo la huelga es un sindicato muy radicalizado, como personifica su principal dirigente convertido en el principal opositor a Hollande. Un sindicalista llamado Phillipe Martínez que parece sacado de una película de Robert Guédiguian. Pero a la vez, la CGT es un sindicato muy debilitado: ha pasado de tres millones de afiliados a poco más de 600.000. Por otro lado, quien ha capitalizado el descontento ante la desindustrialización y la destrucción de las comunidades vivas, en las cuales se desarrollaba la experiencia colectiva de millones de trabajadores, ha sido el Frente Nacional. Un Frente Nacional que, a pesar de tener cierta base obrera, ha pedido mano dura contra las huelgas, demostrando su carácter reaccionario pero también los límites de una izquierda política que perdió su conexión con la clase trabajadora. Si bien no hay relación unívoca y monocausal entre “ posición de clase ” e “ ideología ”, el caso francés demuestra que los temas condicionados por las relaciones de clase son fundamentales para canalizar el descontento en una u otra dirección.

Por eso debemos clarificar qué lectura hacemos de lo que está pasando en Francia. Es curioso cómo la izquierda y la derecha coinciden en hacer un análisis de lo que pasa en este país en clave “conservadora”. La derecha y también el social-liberalismo encarnado por Manuel Valls insisten en etiquetar el movimiento como “ opuesto a los cambios ”, como un movimiento nostálgico contrario a la necesaria modernización de la sociedad francesa que, por supuesto, pasa por liberalizar el trabajo y aniquilar las conquistas históricas del 68 francés. Así, la idea de progreso toma la forma de ajuste de cuentas con la historia para, continuando la obra de Fouret, recuperar la historia de Francia para las élites. Valls y Macron aparecen en este relato enfermizo como unos yuppies contra-culturales que tratan de destruir a ese sujeto corporativo y reaccionario, lleno de privilegios, que es el mundo del trabajo. La crisis de la socialdemocracia asume una forma especialmente perversa en Francia, con un PS dividido entre los que son conscientes de que estas mediadas les enajenan de su base social y los que como el primer ministro están convencidos de que su misión histórica es destruir los restos del Welfare . Por otra parte, las declaraciones del Secretario General del Partido Comunista de Francia, Pierre Laurent, en las que dice a la juventud de la Nuit Debout: “ Les invito a unirse al Partido Comunista ”, revelan la misma incomprensión conservadora, incapaz de leer las luchas como un momento de apertura hacia algo nuevo.

Sin embargo, podemos apostar por otra lectura, y ver lo que está ocurriendo en Francia como un “ salto ” más en todo ese hilo subversivo que recorre la historia francesa. Un salto lleno de posibilidades a explorar. En primer lugar, porque pone encima de la mesa, a diferencia de las teorías fetichistas que hemos escuchado durante los últimos años, que la clase trabajadora organizada conserva un cierto poder estratégico capaz de paralizar el país, atacando a la cadena de valor en los transportes y en la energía. La huelga no es una cuestión meramente sectorial, sino que pone en cuestión quién manda en el país: si los que generan la riqueza con su trabajo o los que viven del trabajo ajeno. No es una cuestión menor poner encima de la mesa diferentes herramientas y formas de lucha que respondan a diferentes realidades materiales y correlaciones de fuerza. En la combinación de técnicas y repertorios (huelga, manifestación, asamblea en una plaza) se expresan no sólo necesidades, sino también potencias. Por otro lado, se ha demostrado que es posible una irrupción en paralelo de dos sectores diferentes pero que comparten intereses, como es el precariado producto de la depauperización de las clases medias que se expresa en el movimiento Nuit Debout y sectores de la clase obrera tradicional, aunque también deberíamos poner encima de la mesa la falta de conexión con los barrios periféricos llenos de jóvenes de origen árabe o africano. Que el descontento social se exprese en forma de lucha activa, de experiencia real, es el paso necesario para la aparición de un sustrato social impugnador que impida que el Frente Nacional sea la alternativa al establishment .

Todo lo que está pasando en Francia puede tener repercusiones fundamentales en Europa. Por supuesto, no pretendo darle lecciones a los compañeros de Francia, pero sí acabar con una reflexión que tiene cierta validez universal y que creo que es una lección de las experiencias en otros países. Hay que discutir sobre cómo anclar el descontento, dándole una expresión política que vaya más allá de la reivindicación defensiva para, a partir de estas luchas y reivindicaciones, construir un bloque social que articule un nuevo proyecto de sociedad. La izquierda francesa, por desgracia muy atomizada y encerrada en sí misma, está ante una oportunidad histórica de recuperar el papel central que le atribuyó Marx. Para esto, como hemos comprobado en otros países, construir organización social y, a la vez, ser capaz de dotarse de una herramienta político-electoral que aparezca como nueva, participativa y abierta, es fundamental. ¿Por qué no hacerlo al calor de la lucha? ¿Por qué no discutir en paralelo cómo ganar esta huelga, cómo estabilizar las estructuras de lucha convirtiéndolas en espacios de organización, para que toda esta formidable energía sea la base de una herramienta para disputar el poder? Desde luego, lo necesitamos. Necesitamos avanzar en Francia para poder avanzar en el resto de Europa. La mejor tradición internacionalista siempre ha sido consciente de que lo que pasa en otro país tiene repercusiones en todos. Para cambiar las cosas, necesitaremos tener amigos en más países. Por eso, generar lazos con Francia y las luchas del pueblo trabajador nos remite al significado más acertado de la solidaridad: el hecho de que no sólo la necesitan ellos, también nosotros.

01/06/2016

* Miguel Urban es eurodiputado de Podemos.

http://ctxt.es/es/20160601/Politica/6410/Francia-Nuit-debout-huelgas-reforma-laboral-transversalidad.htm

 

Lecciones de Francia

 

Gregorio Morán

 

Estamos viviendo uno de los fe­nómenos sociales y políticos más importantes de los últimos años: la situación en Francia, atenuada desde hace dos días por las inundaciones. Confieso que echo en falta más artículos de nuestro irónico corresponsal Rafael Poch. Serían de agradecer para contrarrestar los lugares comunes de la prensa conven­cional.

En Francia se confrontan dos concepciones, de cuyo resultado nosotros seremos de los primeros en sentirlo. Primero, porque ya estamos en ello, y luego porque la derrota aceleraría nuestra decadencia. En claro; un gobierno con el marchamo socialdemócrata asume a trompicones la política que exige “la patronal” –no sé si el término ha sido arrumbado de nuestro lenguaje cosmopolita–, pero que se mueve en las mismas coordenadas que se crearon a comienzos del siglo XIX y la acumulación de riqueza y capital. Muy sencillo. Hay que sacar al Estado de todos aquellos centros económicos y sociales donde, tras correr mucha sangre, se consiguió hacerle garante de una legislación que no fuera aristocrática y reaccionaria, tan sólo burguesa. Ahora les parece poco.

Segunda tarea. Hay que liquidar los sindicatos como organizaciones y reducirlos, en el mejor de los casos, a unos representantes limitados a las empresas. Lo más inquietante de la reforma francesa está en eliminar lo general, es decir, las clases sociales reivindicativas para reducirlas a los empleados de empresas privadas. No hace falta ser un genio de la sociología para destacar que es el final del sindicalismo francés, entendido como una fuerza de defensa y presión del conjunto de la clase trabajadora.

No han tenido bastante con la erosión permanente de las clases medias –en España se calcula la bajada social en tres millones de familias y sigue el jijijijajaja– para ahora liquidar los restos de la historia obrera. Hacerlos empleados de empresas, negar su carácter de colectividad. Y como siempre ha ocurrido en la historia, desde Alemania hasta España, pasando por Francia, esa es una tarea que debe encomendarse a la socialdemocracia. La derecha no se atrevería a hacerlo, salvo en países donde la tradición sindical se destruyó, como aquí, en los años postreros del PSOE.

Pero en Francia hay elementos que dificultan la impunidad del poder y las presiones patronales –bastaría recurrir a su historia–. Lo primero es una sociedad civil que ejerce, sin castrar. Ya se han recogido 5.500 firmas de notables –publicadas en el diario Libération (¡dónde podrían aparecer aquí!)– exigiendo que los grandes salarios no pueden pasar de 1,75 millones de euros anuales, que no está mal, pero que son una nadería con lo que están ganando los ejecutivos de esas empresas que consideran que el mayor problema es tener trabajadores fijos y atenerse a las condiciones que impone la legislación estatal. (El caso de Carlos Ghosn, líder de Renault –participada por el Estado–, es que alcanza los 16 millones anuales y que le importa una higa lo que puedan decir los consejos de administración, porque no son vinculantes).

Ocho premios Nobel galos y una medalla Fields (¿cuántos tenemos nosotros?) han exigido que se mantengan los programas de investigación, y ese Gobierno implacable de un Hollande desnortado y un Valls implacable en su ambición de llegar a la presidencia, han tenido que pensárselo. Primera medida, subir los sueldos de los profesores. En Francia tienen un peso que nosotros ni podemos soñar, y que tampoco hicieron aquí nada por ganárselo, el desdén social por la enseñanza de alto o bajo grado viene de lejos y en muchos casos justifica esa obsesión por garrapiñar los departamentos docentes. La quiebra de la enseñanza en España es una pandemia en la que se mezcla la zafiedad de una sociedad descerebrada con el desánimo de los profesionales. La enseñanza media está en precario y la universidad en quiebra.

En Francia viven algo insólito para nuestros parámetros. El sindicalismo no ha muerto. Y gracias a eso ha aparecido un líder, Philippe Martínez, técnico de la Renault de Billancourt, la leyenda de antaño en la lucha obrera, un tipo audaz y con capacidad política, parece ser que oratoria ninguna, pero que ha arrastrado tras él a un movimiento que no le hace ascos a nada porque conoce la pelea. Es el primer secretario de la CGT, el mayor sindicato aunque muy capitidisminuido –alcanzó cinco millones de afiliados y ahora no llega al millón–, que no milita en el Partido Comunista; lo dejó en el 2002. (Tiene su aquel que la lucha enfrente a dos hombres de procedencia española, con una aspirante muy bien colocada en esta pelea de machos: Hidalgo, alcaldesa de París. Tanto Valls, el primer ministro, como Martínez, de familia exiliada y nacido en el norte de África, como la alcaldesa Hidalgo pertenecen a aquella generación de padres españoles que tuvieron que salir de la canallesca y agobiante España del franquismo. Bastaría la ruinosa experiencia del pintor Xavier Valls, padre del político, en aquella Barcelona franquista, timorata y meapilas de los años cincuenta).

Cuando, el pasado 21 de mayo, Philippe Martínez, líder de la CGT, agarró un neumático y asumiendo su papel de dirigente hizo lo que los demás no creían que iba a hacer, echarlo para que ardiera y bloquear la refinería de Haulchin, se ganó los galones del valor y de la coherencia. Las cosas son así, esas peleas no se ganan en los despachos; porque los valores no son supuestos, como en el ejército. En el sindicalismo se demuestran.

Otra lección francesa es la cautela ante las huelgas generales, que ya se sabe dan mucho rebomborio mediático y escasa influencia en el adversario. Siete sindicatos en pie de guerra, desde los transportes públicos de París hasta las centrales nucleares –19 en Francia–, bloqueo de refinerías… Pero con otro rasgo significativo, el apoyo de la población a los huelguistas se mantiene en un 50 por ciento, según estimaciones que no tienden a la benevolencia. (Aquí, cuando hay una huelga, es raro que los medios informen a la ciudadanía, y como venimos de donde venimos, es decir, de una insolidaridad y una falta de entendederas de nuestra situación precaria en un mercado que nos vuelve a siglos pasados, el personal se subleva. Lo normal es que cargue contra los huelguistas y nunca contra la empresa que los provoca. Esa frase terrible que suele escucharse en las huelgas que afectan al común, “¡Yo soy un trabajador y me están jodiendo con estas gilipolleces!”. Procedemos de donde es sabido y nadie entiende una protesta que no sea la propia. Los demás le joden, porque llega tarde a trabajar).

Ese es otro signo. La ausencia de conciencia de que nosotros somos griegos habiendo trabajado como alemanes, y que no debemos nada a nadie. Y que si hubiera alguna duda que se lo pregunten a aquellos que esquilmaron el Estado. ¿Fuimos nosotros, ahora que hemos pasado casi todos de trabajadores a autónomos, es decir, a pequeños empresarios, ricos y sin patrimonio? ¿Hemos vivido por encima de nuestras posibilidades? Que se lo pregunten al PP, al PSOE, pero si hay un delito que cometimos es el de la cretinización. La gente crédula seguía pensando que algún brujo bancario, profeta y extorsionador, nos había explicado cómo podías sentirte rico siendo más pobre que antes.

Por eso es trascendental lo que ocurre en Francia. Si ganan, podemos compartir una victoria insólita en una época marcada por la vuelta a la servidumbre. Si pierden, habrá que aprender para poder salir de esto. Eso sí, todos nos insistirán en que Mariano Rajoy no miente, sencillamente engaña. Al menos en Francia pelean cuerpo a cuerpo sobre algo que es trascendental: si se elimina el papel del Estado, por más corrupto que sea el nuestro, habremos per­dido un recurso. Igual que perdimos los sindicatos porque supieron alquilarlos a tiempo parcial.

Fuente: http://www.tiemposcanallas.com/lecciones-de-francia-gregorio-moran-la-vanguardia/

 

 

Toujours la France

 

Pedro Fuentes

Todo lo que afecta a Europa se viven en Francia: los refugiados, la reforma laboral, la protesta social (las huelgas delos trabajadores y el movimiento La nuit debout O[a noche de pie] de la juventud de los nuevos indignados de Francia. También la amenaza yihadista, el aumento del populismo xenófobo. Todo está ahí, es verdad, pero hay algo que ahora sobresale y que domina la situación: los indignados, las grandes manifestaciones y las huelgas. En definitiva la lucha de clases.

El diario El País lo tituló como el peor estallido social en 20 años en Francia, tomando seguramente como referencia a la histórica huelga reconductible (2) de los trabajadores estatales franceses en 1995 que tiraron el plan del primer ministro Juppé, un plan de ajuste que visos de similitud con el de ahora.

Este portal ha publicado ya una serie de artículos de los compañeros de la Comunne, de Pablo Vasco y de León Crimex, que explican la dinámica que ha ido tomando la situación de la protesta social francesa contra la pretendida reforma laboral del gobierno de Hollande y su primer ministro Valls conocida como ley El Koumri. Ley que pretende sacar derechos a los trabajadores para aumentar la plusvalía de las patronales francesas, que están en clara desventaja por los mayores salarios que tiene que pagar en relación a Alemania y los países nórdicos. Lo mismo de Francia sucede en Bélgica donde ya hubo paros generales y hay anunciada una huelga general.

La intransigencia del gobierno y la represión desatada no ha hecho más que acelerar y extender la situación. Como correctamente planteaban hace un mes los compañeros del sindicato de Archivos y Museos generales ligados a la Commune, y otros sectores como el sindicato Sud, está colocado desde el anuncio de la ley, la huelga general como conclusión lógica de las jornadas de protestas que se vienen realizando en todo el país. Como sucede normalmente las centrales se han resistido a tomar esta medida, pero como siempre (toujours) sucede en Francia, las acciones sindicales independientes o de sindicatos locales se comenzaron a propagar, dando de esa manera más impacto a las jornadas de protesta que han convocado centrales sindicales y partidos. Las gasolineras dejaron de abastecer a una gran parte de ciudades, los trabajadores de los ferrocarriles (SNCF) hacen sus propias huelgas y otros lugares, especialmente las centrales nucleares donde en ocho ya decidieron la paralización lo que amenazan con el corte d energía que pone sobre el tapete la paralización del país.

Esta situación ha obligado a la CGT (central más combativa ligada al Partido Comunista y sectores trostkystas), a anunciar medidas más radicales y plantar en forma más clara el camino de la huelga general, pasando a impulsar las movilizaciones. La CGT necesita también hacerlo porque ha perdido una gran parte de su afiliación y quiere recuperarla, de ahí que su máximo dirigente Martinez también aparezca ahora impulsando la movilización.

Posibles nuevos encuadramientos políticos

Este escenario se presenta en vísperas del comienzo de la Eurocopa de la cual Francia es sede. La capacidad sindical de presión crece en progresión geométrica a medida que se acerca la Eurocopa, que comienza el 10 de junio. No es cualquier cuestión, porque la acción de la protesta puede perfectamente impedirla; bastaría el paro de los transportes y el corte de la energía.

Por esto también se tensa la situación; el gobierno de Hollande y su ministro están acabados, han quedado suspendido en el vacío (el 60% de la población apoya las protestas contra la ley). La escisión dentro del Partido Socialista se profundiza. Primeramente fue una tibia reacción de un sector de diputados que se abstuvo de votar en el Congreso pero ahora ha pasado a ser más radical y se han sumado al voto contra la ley.

En este contexto no está descartado que ocurra una división y una nueva configuración política se presente, similar aunque con contornos distintos, a lo que sucedió en el partido Laborista inglés con el triunfo de Corbyn. Lo Podemos. ¿Es posible una nueva coalición a la izquierda del gobierno que englobe la división de los socialistas, al Frente de Gauche y otras fuerzas políticas?. Todo parece estar nuevamente en abierto como ocurrió en los EEUU con Sanders, Corbyn en Inglaterra y Podemos en España. Si esto ocurriera, el NPA debería pensar, hoy día bastante aislado del punto de vista electoral, si no se suma al mismo.

Algunas reflexiones sobre los indignados y las luchas obreras

El nuit debout, o sea el movimiento de los indignaos franceses, fue el detonante y la primera gran demostración de rechazo a la ley. Una vez más como ocurrió en España, los EEUU la juventud se puso a la cabeza, se convirtió en la caja de resonancia de todo un sentir social de un sector que rechaza las medidas más agudas de la globlización capitalista, la desigualdad, el desempleo, la austeridad, los ajustes, el autoritarismo, el poder de los bancos, y la crisis de representación política, de gobiernos y alternativas en los partidos burguesas.

Estos movimientos hicieron y pueden seguir haciendo tambalear al régimen, (como sucedió con Junio del 2013 en Brasil), y si se masifican y transforman en grandes revueltas o revoluciones democráticas y populares como sucedió con "el argentinazo", Bolivia, Ecuador y Venezuela entre 1998 y el 2005, pueden derrotarlo.

Pero esto que sucedió en Latinoamérica es más difícil que ocurra en los países avanzados de un gran desarrollo tecnológico e industrial. En Latinoamérica (y también en todos lados para que el proceso se trasforme en una revolución), hace falta la “fuerza física”, el golpe contundente del martillo de la clase trabajadora, la que paraliza no solo al gobierno sino a la burguesía y a al país, planteando de esa manera en forma más directa la posibilidad de derrota del gobierno e incluso crear un doble poder que coloque el problema de la alternativa de poder.

Francia apunta a una dialéctica entre los dos procesos. No por casualidad el líder de la CGT fue a participar a la nuit debout . No fue casualidad tampoco que el mayo francés del 68 haya comenzado en los claustros universitarios y en las barricadas del barrio latino, para trasladarse luego a la huelgas de grandes fábricas y a la huelga general, posteriormente negociada por el PC.

No se trata de ser dogmáticos. Sería un gravísimo error no ver los nuevos movimientos que surgen arrastrados por la crisis social global de la globalización capitalista con destaque especial para los jóvenes y las mujeres que están jugando un nuevo papel a escala mundial. Al mismo tiempo, no se puede perder de vista que solo será posible trasformar ese rechazo en grandes triunfos e incluso en una revolución con los trabajadores, sus nervios y sus músculos que golpean sobre las clases dominantes y les pueden dar jake mate.

En ese sentido, sin incorporar lo nuevo no podemos perder de vista lo esencial que el marxismo descubrió en el capitalismo: la contradicción fundamental entre capital / trabajo como gusta ser formulada en forma más sofisticada en la academia, o burgueses y proletarios como la formuló Marx en el Manifiesto Comunista. Entendiendo hoy por proletarios a una amplia gama de trabajadores no solo industriales sino también de servicios etc.

Para aquellos sectores más postmodernistas que dicen que la alta tecnología y las nuevas formas de producción acabaron con la clase obrera el ejemplo de las usinas nucleares francesas es muy útil. Allí hay pocos trabajadores y muy calificados. Y en ese caso la alta tecnología ayuda a los trabajadores, porque solo basta apretar un botón para paralizar el sistema de energía con todas las consecuencias que acarrea: si es en todas las usinas, se paraliza el país (3).

Porque Francia siempre sorprende

Decía en una intervención el dirigente de la CGT que las huelgas están en el DNA de los trabajadores franceses. Es más que eso, Francia es el país que sorprende con las revoluciones o grandes protestos porque acumula una larga trayectoria histórica de revoluciones y levantamientos. 1830, 1848, 1879 (la Comuna de Paris), 1936, con las ocupaciones de todas las fábricas, 1968 con el mayo francés, 1995 en pleno auge del neoliberalismo.

Ahora estamos ante esta nueva sorpresa, y el curso futuro dependerá si triunfa o es derrotada. No somos pesimistas. El mundo está cambiando. La Le Pen puede capitalizar electoralmente según el resultado de esta lucha pero tenemos que apostar que de la misma salga un nuevo reagrupamiento político a izquierda del PS que pueda dar una alternativa y una nueva esperanza, así sea intermediaria, no completa, que entusiasme a los sectores claves de la sociedad. Porque debemos recordar: las elecciones son en definitiva una forma distorsionada de la luchade clases y no tiene la última palabra.

Notas:

(1) Toujours es simpre en francés. Toujours la France es una expresión muy común.

(2) quiere decir que se vota en asambleas todos los días su continuación. Un método democrático donde la base decide.

(3) Cuando fue la huelga estatal del 1995 estaba en Paris y tuve oportunidad de participar. Me recuerdo que yo estaba preocupado con el paro ferroviario ya que traía la experiencia que para hacerlo efectivo había que convencer a los maquinistas, los talleres y los que manejan las señales cabina por cabina. Nuestro compañeros ferroviarios de Francia estaban tranquilos con el paro sobre todos con los TGV (trenes de alta velocidad que es una gran red ferroviaria. Me di cuenta porque. Solo bastaba copar la cabina de control ultra automatizada, apretar un botón y parar el TGV de Paris a Londres por ejemplo. Allí se reunían 200 activistas y la cuestión de apretar el botón se resolvía fácilmente y el TCV no andaba por más supervisores que tuviera reemplazando maquinistas.

Fuente: http://portaldelaizquierda.com/2016/06/toujours1-la-francia/